jueves, 15 de marzo de 2007

LA MEDICINA Y YO - II

DE CÓMO PERDÍ NUEVE AÑOS DE MI VIDA

Supongo que a causa de haber padecido poliomielitis en mi primera infancia, de la que no me quedaron secuelas notables, padezco desde siempre una falta de coordinación muscular que me hace caer de rodillas cada vez que tropiezo, además de no haber podido nunca aprender a bailar. Cuando se lo comenté a mi médica clínica, me recomendó ver a un neurólogo porque podía haber algún problemita circulatorio.

Obediente como soy, acudí a un neurólogo prestigioso, quien luego del electroencefalograma (vaya palabra compuesta) me dijo que no había nada importante pero que me iba a recetar un vasodilatador cerebral y que volviera a verlo un año después.

Empecé entonces a consumir Angiolit, que era el remedio que pedían en la farmacia un montón de ancianitas, y antes de cumplir el año empezaron a castañetearme los dientes y a padecer una espantosa depresión. No podía concentrarme en la lectura, que había sido hasta entonces no solo mi herramienta de trabajo sino también mi mayor fuente de placer. Nunca había tenido problemas de conducta en mis clases, pero los chicos se daban cuenta de que por momentos no sabía cómo seguir y se ponían insoportables. Después de treinta años de docencia me encontré sin saber cómo explicar el sustantivo. Cuando no tenía más remedio que viajar en ómnibus me desesperaba porque creía que no iba a saber dónde bajarme. Vivía llorando y llegó un momento en que todo lo que quería era morirme.

Volví al famoso neurólogo que se limitó a hacerme girar un brazo, me recetó Madopar y me dijo que tomara ambos medicamentos y lo volviera a ver un año después.

Por supuesto leí el folletito y me enteré de que la droga era L.Dopa, que es lo que se administra para el Mal de Parkinson. Además dejaron de temblarme las mandíbulas, lo que confirmó el diagnóstico, pero lógicamente acentuó la depresión.

La mejor prueba de que estaba realmente mal fue que en Sanidad Escolar, Departamento de Psiquiatría, me dieron licencias por un total de seis meses, hasta que no tuve más remedio que jubilarme.

Para darles el gusto a mi familia y mis amigas, que sufrían al verme sufrir, peregriné por consultorios de psiquiatras y psicólogos, aunque ya no tenía ganas de nada, ni siquiera de curarme.

Sin embargo, a lo largo de dos años de psicoterapia fui mejorando hasta superar lo peor de la depresión, pero seguí soportando la angustia de tener la espada de Damocles del Parkinson sobre mi cabeza. Aunque estaba bastante bien físicamente, mi tormento era pensar que esa enfermedad degenerativa iba a progresar hasta la parálisis y la muerte.

Esa tortura duró nueve años en los que no hacía ningún proyecto ni me atrevía a pensar en el futuro. Cambié cinco veces de neurólogo y todos me decían lo mismo: que siguiera con los dos medicamentos y volviera al año siguiente.

Finalmente tuve la suerte de dar con un neurólogo joven (mi memoria selectiva no me permite recordar su nombre), quien luego de examinarme minuciosamente me dijo: “Señora, Ud. no tiene ningún parkinsonismo. Lo que pasa es que el Angiolit le produce los síntomas que el Madopar le calma.” Así de sencillo.

En unos meses me fue bajando las dosis hasta llegar a cero y hace ya varios años que no tomo ni aspirinas y estoy increíblemente activa y extravertida. . Pero cuando le pregunté indignada cómo en nueve años ninguno de los cinco neurólogos se había dado cuenta del problema, me contestó que antes no se sabía. Claro, entre bomberos no se iban a pisar la manguera.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

HOLAA ABUEE HABLA LARAA..

FELIZZZ CUMPLEE ABUELIITAA!!


TE QQUIEROO MUCHOO!!!


QUE LOS CUMPLAS FELIZ!
QUE LOS CUMPLAS FELIZ!
QUE LOS CUMPLAS ABUELITA!
QUE LOS CUMPLAS FELIZ!


TRATANDO DE ARMAR UN LIBRO CON TUS MEMORIAS

natalia dijo...

hola mi nombre ves natalia llegue hasta su pagina averiguando sobre neurologos ya que a mi papa le dieron un diagnostico precoz de alzheimer y nos gustaria consultar con otros especialistas, me conmovio su historia y sobre todo me aterran estas negligentas que cada vez son mas dcomunes, (desde su esxperiencia) me gustaria si me puede recomendar a donde podemos acudir, muchas gracias suerte valenaty@hotmail.es

UTOPICA dijo...

QUERIDA NATALIA:

Tu comentario me hizo revivir los terribles momentos que sufrimos mi familia, mis amigos y yo, por un diagnóstico equivocado.Comprendo plenamente tu angustia pero no sé cómo podría ayudarte.

Mi memoria selectiva se niega a recordar los nombres de los neurólogos que tanto daño me hicieron y el del profesional que me liberó de la desesperación.

En estos momentos me ocupo de salvar a mi hermana del Alzheimer que se mencionó como posibilidad hace algunos años. Su neurólogo se acaba de asombrar de lo que ha mejorado gracias a que su hija se ocupa de todo lo que pueda inquietarla y yo me dedico a que se vuelva a interesar por la cultura y el arte.

Después de una época de confusión y olvido de las cosas de todos los días, ha empezado a registrar nuevos recuerdos, (por ejemplo que el taller de cine ya no es los martes sino los jueves) y participa activamente en los debates de mi taller literario.

Yo no soy médica, ni psiquiatra, pero lo único que se me ocurre es aconsejarte que trates de no consultar un solo neurólogo sino varios,y mi deseo es que halles alguno que no se limite a recetar carísimos e inútiles medicamentos. Si se trata realmente de un caso de Alzheimer lo único que harán por tu padre es prolongar su sufrimiento. El cariño de quienes lo rodean y la posibilidad de hacer lo que realmente le agrada, serán remedios gratuitos que mejorarán su calidad de vida.
Con el deseo de que ese “diagnóstico precoz” no se confirme,

Besos,
Utópica

Rocío Estrada L. dijo...

estuve revisando sobre el producto angiolit, y llegué a su blog, favor le agradecería nos comparta el nombre del neurólogo, dirección. Mi padre sufre de alzheimer y nos recomendaron darle angiolit, pero después de leer sus comentarios mejor es consultar con otro especialista.
Muchas gracias
Mi correo es restrada01@hotmail.com