Shalom Levi era pastor evangelista, poeta y eterno enamorado. Cuando me designaron su lectora en el Banco de Horas de Lectura, al que me había ofrecido como voluntaria, tenía más de sesenta años y estaba postrado, paralítico y ciego desde los seis meses de edad. Mi tarea consistía en dictarle la Biblia que él escribía en Braille para que otros ciegos pudieran disfrutar de su lectura. Conocí a su novia, la última de una larga serie, a quien adoraba. Era una muchacha mucho más joven que él, con tremendos problemas familiares y psicológicos, que se recuperaba de un intento de suicidio por el fuego… y que lo abandonó cuando él ya estaba muriéndose. La historia de su vida me la narró en varios episodios, pero es fundamentalmente la siguiente: a los seis meses, la hidrocefalia lo condenó a una vida precaria que todos creían iba a se muy breve. No supo que era ciego hasta los dieciséis años, cuando lo descubrió escuchando un programa radial del Instituto Nacional de Ciegos. Recién entonces, ante su exigencia, sus padres contrataron una maestra para que le enseñara a leer y escribir en Braille. Esto le abrió todo un mundo que hasta ese momento había ignorado. Su familia era de origen judío pero no seguían estrictamente las tradiciones religiosas. Mientras tomaba sol en la vereda de su casa, entabló amistad con un evangelista y llegó a inscribirse en el Instituto Bíblico, donde instalaron un ascensor para que pudiera asistir en su silla de ruedas a las clases en el piso superior. Completó brillantemente sus estudios y se convirtió en un prestigioso predicador.Casi todas las semanas lo llevaban a predicar en diferentes templos y en una ocasión fui a escucharlo. Por cierto no me convenció (no soy fácil de convencer), pero me pareció admirable su elocuencia a pesar de que hablaba con mucha dificultad. En ningún momento trató de imponerme sus creencias religiosas y entre nosotros fue naciendo una maravillosa amistad. En los momentos de descanso hablábamos de libros (era un incansable lector); de lingüística, sobre la que tenía amplios conocimientos, o me pedía que lo ayudara en su afición por las palabras cruzadas. A menudo me recitaba sus poemas que yo me apresuraba a transcribir y que después sirvieron, con los que recopilaron sus amigos, para editar un libro como homenaje a su memoria. Quiero terminar este recuerdo con uno de sus poemas, el que más me impresionó:
Desde lo oscuro
Tan habituado estoy a mi ceguera
Con ella estoy tan identificado
Que no creo pecar de exagerado
Si digo que es mi dulce compañera.
No es una bruma oscura y traicionera
Como alguno talvez la haya pintado;
Es fiel y no se aparta de mi lado
Cual amante solícita y sincera.
Nada hay en lo que digo de morboso,
Por lo contrario considero hermoso
Pensar y aún sentir de esta manera.
Todo resentimiento se supera
Y de la bruma brota fervoroso
El tributo que rindo a mi ceguera.
oooOooo
1 comentario:
Dios!... TE ADMIRO. Deseo que alguien más, con mejor posibilidad que yo, apoye la edición de tu blog. La experiencia es, a mi entender, como los libros de historia escritos de verdad: algo no muy usual de hallar y con contenido educativo.
Un abrazo, desde Barcelona
Carina Acosta
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